Aunque muchos no lo crean y lo vean como algo normal, comer carne de cerdo es considerado un tabú, especialmente para la religión Judía y la Musulmana. Los textos sagrados de ambas religiones prohíben el consumo de esta carne. La Torá (enseñanza, instrucción o ley en el mundo occidental) prohíbe el consumo de esta carne, el cual se menciona en el Levítico, tercer libro de Moisés.
"Estos son los animales que comeréis de entre todos los animales que hay sobre la tierra. De entre los animales, todo el que tiene pezuña hendida y que rumia, éste comeréis. Pero de los que rumian o que tienen pezuña, no comeréis éstos: el camello, porque rumia pero no tiene pezuña hendida, lo tendréis por inmundo. El conejo, porque rumia, pero no tiene pezuña, lo tendréis por inmundo. Asimismo la liebre, porque rumia, pero no tiene pezuña, la tendréis por inmunda. También el cerdo, porque tiene pezuñas y es de pezuñas hendidas, pero no rumia, lo tendréis por inmundo". Dicho libro corresponde con el Levítico del Antiguo Testamento y por tanto también aparece en éste la mencionada prohibición; sin embargo, el cristianismo no ha desarrollado este tabú.
El Corán prohíbe igualmente el consumo de cerdo, dando indicación acerca de lo que son los alimentos puros (halal) o impuros (haran) desde el punto de vista de las leyes islámicas.
"Se os prohíbe comer la carne del animal que haya muerto de muerte natural, la sangre, la carne de cerdo y la de un animal que se sacrifique en nombre de otro que Dios; no obstante quien se vea obligado a hacerlo en contra de su voluntad y sin buscar en ello un acto de desobediencia, no incurrirá en falta. Es cierto que Dios es perdonador y compasivo..." Corán 2.173
En ambas religiones la carne de cerdo es considerada como tabú y ambas justifican hoy en día este rechazo mencionando las cualidades poco limpias del animal en su rutina diaria: se menciona que es sucio y que se alimenta de sus propios excrementos. Además, la ingestión de su carne está relacionada con numerosas enfermedades. La verdad es que los cerdos comen sus excrementos sólo cuando no encuentran otro tipo de alimento a su alcance. No poseen en su piel poros por los que para regular su temperatura corporal necesitan refrigerarse por la boca.
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